El campo natural, uno de los ecosistemas más valiosos y singulares del país, enfrenta transformaciones profundas que desafían la sostenibilidad de los sistemas ganaderos. Este 11 de noviembre se celebra en Florida el día del Campo Natural, donde el eje principal será el rol del ovino, muchas veces señalado como responsable del deterioro de los campos.

El Ing. Agr. Marcelo Pereira, presidente saliente de la Mesa de Ganadería sobre Campo Natural, plantea que "no es la oveja quien degrada el campo natural, sino quien decide cuántas pone y cómo las maneja".

La afirmación resume una idea central en la gestión del campo natural: la degradación no depende de la especie, sino del manejo. Pereira, con más de tres décadas de trabajo en extensión rural, sostiene que los ovinos han sido injustamente responsabilizados de daños ambientales que, en realidad, derivan de decisiones humanas.

 "A veces se le achaca factores de degradación a la oveja. Y no es la oveja, no es quien degrada, es quien decide poner cuántas ovejas y cómo las maneja", enfatiza.

El técnico, que dejará su cargo tras 32 años de trabajo en el Plan Agropecuario, explica que el debate sobre el papel del ovino debe considerar una mirada ecológica más amplia. En su análisis, la presencia del ovino en el paisaje rural uruguayo es clave no solo desde el punto de vista productivo, sino también ambiental, como herramienta natural de control biológico de especies indeseables.

 "Donde hay ovejas, no hay senecio", afirma con convicción, refiriéndose a la planta tóxica que hoy se ha extendido por gran parte del país.

El valor del ovino en el equilibrio ecológico

El senecio, una planta invasora y peligrosa, se ha vuelto un problema serio en muchos establecimientos ganaderos. Pereira explica que su avance está directamente relacionado con la ausencia del ovino en los sistemas de producción. "El país está amarillo de senecio, con unos problemas enormes. Cuando falta forraje, el ganado come senecio y eso trae intoxicaciones que se van acumulando. He conocido casos en que hubo que vender una generación entera de novillos porque se empiezan a morir por goteo", relata.

Según el técnico, el control de este tipo de malezas mediante herbicidas no es sostenible. "Hoy se está dando a nivel de país que hay gente que no tiene más remedio que fumigar extensiones enormes porque se le ha llenado de senecios los campos. Eso es un problema serio que no se arregla aplicando herbicidas, porque si lo hacemos hoy, vamos a tener que aplicar el año que viene y el otro, y así sucesivamente. No es sostenible a largo plazo", subraya.

En cambio, propone volver a mirar al ovino como un aliado natural del equilibrio del ecosistema. "Pensar en tener majadas utilizadas estratégicamente para poder controlar el problema me parece que, de una vez por todas, lo vamos a tener que encarar", plantea. Pereira recuerda que en zonas de basalto -donde aún se mantienen majadas- los problemas de senecio son mucho menores. "Donde hay ovejas no hay senecio, y hay un senecio invasor muy peligroso, el Senecio madagascariensis, que está tomando cuenta por todos lados, incluso en los campos de basalto que no tienen ovejas", advierte.

Un problema global con raíces locales

Para el ingeniero, lo que ocurre en Uruguay no es un fenómeno aislado. El avance de las malezas, la arbustización del campo natural y la pérdida de biodiversidad son problemas que se observan en muchas regiones del mundo. "Es un tema que se está dando en el mundo, condicionado por factores como el aumento del dióxido de carbono, los cambios en los patrones de lluvia y, en Uruguay en particular, por una medida de manejo: la reducción drástica de los lanares", señala.

Los números son contundentes. "No hay que olvidarse que en el año 1991 había 26 millones de lanares y hoy hay apenas 4 millones 750 mil", subraya. Esta caída, según Pereira, no solo transformó la economía del rubro, sino que tuvo consecuencias ambientales profundas. "La ausencia del ovino está favoreciendo que nuestros campos se ajusticien", resume, utilizando una expresión que en el lenguaje rural refiere al enmalezamiento y pérdida de productividad natural del suelo.

Manejo racional y sostenibilidad

Pereira considera que las nuevas prácticas de manejo, como el pastoreo rotativo o racional, ofrecen oportunidades para integrar al ovino de forma sostenible. "Por supuesto que el ovino entra en estos esquemas. Tiene algunas características diferentes, los alambrados tienen que ser distintos, pero el ovino, de alguna manera y en forma estratégica, va a tener que entrar como factor de control de estas plantas indeseables", sostiene.

El técnico insiste en que la clave está en el manejo, no en la especie. "Cuando alguien está dispuesto a hacer algo distinto, a dividir potreros, a planificar el uso del campo, ya está pensando en hacer las cosas mejor. Y ahí el ovino tiene un papel que cumplir", señala.

En su visión, el manejo racional del pastoreo no solo mejora la eficiencia del uso del forraje, sino que contribuye a la conservación del campo natural y a la estabilidad ecológica. "No me imagino un futuro sin ovinos. Por su manera de comer, cumplen un rol que ningún otro animal puede reemplazar", expresa.

Experiencias internacionales y proyección

El ingeniero menciona que en otros países ya existen modelos de "servicios de majada", donde productores especializados alquilan sus ovejas o cabras para el control de malezas en campos ajenos. "En Estados Unidos es muy común que haya gente que tiene majadas prácticamente en corral, y las saca porque los productores las contratan para controlar malezas o hacer pastoreos estratégicos en las fechas donde están naciendo estas malezas", comenta.

Esa práctica, según Pereira, podría inspirar soluciones locales para enfrentar los problemas de invasión vegetal sin depender de insumos químicos. "Pensar en el ovino como herramienta de control biológico es una oportunidad para Uruguay. Es compatible con la idea de un país natural y productivo", agrega.

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