Durante más de 20 años, Uruguay ha trabajado sistemáticamente en el mejoramiento de sus lanas, consolidando ese esfuerzo en el CRILU (Consorcio Regional de Innovación en Lanas Ultrafinas del Uruguay). Lo que comenzó como el proyecto Merino Fino en 1998, hoy representa un modelo maduro de innovación basado en genética, validación tecnológica, vínculo con productores y una firme orientación hacia la calidad. Según su presidente, el Dr. Juan Carlos Tafernaberry, ya se producen lotes comerciales de hasta 15 micras, lo que evidencia el impacto de este desarrollo no solo en la raza Merino, sino en todo el sector lanero.

La segunda etapa del CRILU muestra una ampliación del número de productores participantes, que pasó de 40 a más de 90. A pesar de que los proyectos tienen una formalidad temporal, Tafernaberry subrayó que el trabajo del consorcio es continuo. Uno de los principales logros ha sido romper con el antiguo prejuicio técnico que sostenía que no era posible afinar la lana sin sacrificar desarrollo corporal o peso de vellón. Hoy está demostrado que ambos objetivos son compatibles, gracias al trabajo en genética y manejo productivo.

El sistema tecnológico promovido por el CRILU, validado en Uruguay, permite combinar finura con productividad cárnica. Herramientas como los DEPs (Diferencias Esperadas en la Progenie) permiten que cada productor defina metas específicas, como mayor peso corporal o afinamiento de la lana, todo basado en datos objetivos y medibles. Esta precisión facilita una toma de decisiones más eficiente y alineada con los objetivos productivos de cada establecimiento.

Uno de los pilares del CRILU es su política de acceso abierto a la genética desarrollada, que se distribuye a productores, instituciones educativas y técnicas como el Plan Agropecuario y la Facultad de Veterinaria. Además, el Día del Merino constituye una instancia clave de difusión genética abierta al público. Gracias a las tecnologías disponibles, hoy un productor puede alcanzar niveles de calidad en tiempos mucho más cortos que hace dos décadas, acelerando el proceso de afinamiento.

El cambio ha sido profundo: mientras que en los inicios del proyecto las lanas uruguayas promediaban entre 21 y 22 micras, hoy muchas se sitúan entre 17 y 18, y algunas incluso en 15 micras. Cada productor puede elegir su punto de llegada dentro del rango deseado, manteniendo calidad y adaptándose a las particularidades de su campo, según explicó Tafernaberry, quién remarcó que todos los suelos uruguayos tienen potencial, si se manejan correctamente, y que el desempeño animal varía según la zona, pero no limita el éxito del modelo.

La segunda fase del CRILU también integra la carne ovina como parte esencial del agronegocio. En alianzas como la desarrollada con el establecimiento Glencoe, se implementan sistemas de recría y engorde sobre campo natural con corderos Merino. Esto marca un giro hacia un modelo integral, donde lana y carne se valorizan conjuntamente. Se están evaluando aspectos como calidad de carne y posicionamiento en mercados, reflejando una visión más amplia y sostenible del negocio ovino.

Jornada

El 29 de agosto el CRILU celebrará sus 10 años con una jornada titulada “Celebrar, Conectar y Proyectar”, que incluirá la presentación de una serie técnica de INIA con más de 300 páginas y la participación de más de 50 investigadores. El evento, que se realizará en Tacuarembó, contará con presentaciones técnicas, exposición de resultados y la presencia del experto australiano Andrew Wood, quien analizará el mercado internacional de lana ultrafina. Una degustación de carne ovina cerrará el evento, reforzando la integración entre genética, lana, carne y territorio.

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